Estamos viviendo una época en la que los paradigmas tradicionales han implosionado y han demostrado estar desgastados como resultado de una crisis mundial que está durando demasiado tiempo. Tras la pérdida de los valores que se creían inmutables y la demostración flagrante de las desigualdades, una parte cada vez mayor de la ciudadanía ha tomado conciencia de la necesidad de construir nuevos modelos a través de la participación directa en la vida política, es decir, de lo que todos construimos conjuntamente en nuestra convivencia diaria. Este enfoque es a su vez una reivindicación activa que surge de las iniciativas locales con una influencia y repercusión que no se limita a las fronteras de la polis (la ciudad), sino que tiene resonancia entre todos los ciudadanos. En esa línea, otros mundos, otras ciudades, otras posibilidades de construir un «nosotros» se están trazando, probando e imaginando.

En este marco, la cultura fotográfica también se encuentra en plena reinvención y cuestionamiento, partiendo de su naturaleza de medio de difusión y herramienta participativa. Actualmente, la fotografía -tanto el medio como la tecnología- se está volviendo más plural.

Así, hoy en día los fotógrafos han comprendido que una imagen en sí misma no es suficiente y están explorando y experimentando. Pero sobre todo, son conscientes de que tienen en sus manos un dispositivo fantástico, capaz de imaginar otros reinos posibles. E imaginar, como dijo Hannah Arendt, es la capacidad de empatizar con el otro.

Independientemente de su origen, los fotógrafos crean imágenes que nos muestran otras partes -tanto del mundo como de nosotros mismos o del medio en sí- y a través de ellas esbozan micro ficciones. Ponen en las imágenes historias polimórficas en las que el otro ya no está fuera, sino dentro. De esta manera, la alteridad se transfiere, desencadenando micro gestos con una fuerza latente que consiste en su capacidad de diluir las fronteras y hacerlas desaparecer.

Ese concepto de superación, de ir más allá de los límites, es una práctica crucial a la hora de construir un «nosotros» más inclusivo, ya que sólo a través de la empatía podemos imaginar otros reinos posibles.