En el debate público, la cuestión de la inmigración se trata en gran medida como una amenaza, un peligro o una crisis. «Invasión», “intrusión”, “sustitución”, “oleada”, “sumersión”… Estos términos asociados a la migración alimentan toda una serie de prejuicios. Contribuyen a construir una determinada imagen de las personas que emigran, al tiempo que dan la impresión de un fenómeno masivo y repentino.

Sin embargo, una ventana al pasado, a los orígenes de la humanidad, nos muestra que las migraciones siempre han existido. La raza humana se ha construido a base de mestizajes, contactos, intercambios y encuentros. En la era de la globalización, la movilidad humana nunca ha sido tan elevada. Sin embargo, también revela las desigualdades sociales, económicas y medioambientales que existen en nuestras sociedades.

Para una parte de la población mundial, este movimiento se deprecia, mientras que para otros se fomenta. Sin embargo, podría considerarse una oportunidad para el intercambio cultural entre poblaciones e individuos. A nivel de los organismos vivos, también es esencial para el desarrollo y la supervivencia de las especies: ¡no puede haber vida sin movimiento!