15 diciembre 2019
¿Y si la piel fuera el espejo del alma? La ciencia, en parte, lo demuestra y valida. La psico-dermatología nació en el Hospital Universitario de Brest hace dieciocho años, y desde entonces ha recorrido un largo camino, combinando con éxito dos disciplinas para frenar el problema: el tratamiento de la piel y la atención psicológica. Porque, como nos recuerda el profesor Laurent Misery, fundador de esta disciplina, el cerebro y la piel están estrechamente vinculados. Por lo tanto, los traumas deben tratarse conjuntamente.
Está claro que la piel, «la piel que habitamos», parafraseando al director de cine Pedro Almodóvar, juega un papel complejo. Más que una barrera, es nuestra interfaz con el mundo exterior, una frontera con amenazas o agresiones. Es al mismo tiempo un refugio, un límite, una interfaz multifuncional, capaz de regular nuestra temperatura interna, sintetizar vitamina D… o simplemente de darnos el tacto, el primero de nuestros sentidos en desarrollarse y el último en extinguirse. Este sobre nos contiene y nos designa, tan fuerte y tan frágil al mismo tiempo. Desplegado, pesaría entre tres y cinco kilos y tendría unos dos metros cuadrados. ¿Cuál es entonces nuestra querida personalidad?